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Los Secretos de las Camelias

Simplemente amor...

Dios mío, me siente como un crio de 18 años. Cada vez que me mira con esos ojos verdes me empieza a latir el corazón muy deprisa y casi se me olvida respirar. Es tan guapa...una niñata si, pero muy guapa. Me pregunto si tendrá novio...aunque seguro que tiene a los hombres que quiera a sus pies...

 

Perfecto, esa era la mirada que quería. Ha cambiado su postura, ya no está a la defensiva. Sus hombros se han relajado y ha estirado la espalda, ya no mira a la libreta, sino a mí: soy su objetivo. Si de algo sirve la sociología y la antropología es para esto y una tiene que utilizar para algo lo que “aprendió” en la universidad. Ahora me toca a mi mover ficha

 

Esto no está pasando, tiene que ser un sueño. Se ha levantado del asiento y se ha sentado a mi lado luego me ha acariciado el reverso de la mano y se ha acercado a mi oído suavemente. El perfume y el calor de su cuerpo contra mi brazo casi me hace perder el norte. Ella me ha susurrado en el oído, no la he entendido muy bien, pero he pillado el significado: vamos a su apartamento. Ella ya está en pie y sale del local. Me pongo la cazadora a toda velocidad. Creo que llevo la etiqueta por fuera y la cazadora muy caída, pero ahora no puedo pensar más que en ella: su pelo, sus ojos, su cintura y sus piernas. Madre del amor hermoso, esto es un sueño...

 

Me temblaba la voz cuando le he susurrado al oído y creo que lo que he dicho no tenía sentido, pero él me ha seguido cuando he salido de la cafetería. Ya estamos en la calle. El frío de octubre me despeja un poco, pero no me da tiempo a relajarme. Él está ahora a mi lado y ha puesto su brazo alrededor de mi cintura introduciendo la mano bajo la camiseta. Siento su aliento sobre mi cuello y luego un beso. Le agarró la cazadora paro y le beso mientras mis manos recorren la espalda. Creo que le digo que nos demos prisa, que mi apartamento está en el siguiente portal, pero en ese momento ya no pienso con claridad.

 

Mi jefe me va a matar...o peor a despedirme. Ah, que forma de besar. La piel es suave y blanca. Sus susurros rebotan en mis oídos, alentando mi deseo. ¡Por Dios, cuando llegamos a su apartamento!. El edificio  es elegante, un portero ya mayor nos abre la puerto y nos saluda cortésmente. Nos metemos en el ascensor. Yo no aguanto más deslizo las manos por debajo de su camiseta y ella arquea la espalda y luego me besa por el cuello y la clavícula. El pitido del ascensor indica que hemos llegado al ático. Abre la puerta a trompicones y nos metemos en su piso.

 

***

 

Me despierto al notar que la cama se enfría. Entre las sabanas revueltas sólo estoy yo. Paseo la vista por la habitación. Mi ropa interior está colgada de la lampara y el resto de mi ropa está esparcida por la habitación, como la suya. No está en la habitación. Cojo los pantalones y la camiseta y me los pongo. Ya bajaré lo demás de la lámpara más tarde. El baño está vacio también, pero alguien ha cogido una toalla. Salgo al salón con el pelo alborotado y el maquillaje echo polvo. Tampoco está allí. Por un momento me invade el temor. No puede haberse ido, no sin que...No, no se ha ido su ropa sigue en la habitación. Salgo a la terraza, le descubro sentado en una de las hamacas. Tiene el pelo negro empapado que le gotea sobre los ojos. Sus ojos redondos y oscuros se vuelven a mirarme. Hay muchas preguntas en esa mirada. Entonces veo la foto. La saqué la ultima vez que le vi, hace tres años. En ese momento se estaba girando a saludar a alguien y sonreía de lado a lado. Aún así sus ojos parecían tristes...

 

Cuando encontré aquella foto el corazón se me paró. No podía ser cierto. Había salido a la terraza, mojado y sin vestir, a aclarar mis ideas. Aquello había ocurrido hace tres años, no podía ser verdad. Ella estaba a mi lado, mirándome expectante. Con el pelo revuelto y el maquillaje desecho no parecía ya una diosa del sexo, sino una chica asustada. Sus ojos verdes ahora sin el maquillaje se veían más marrones. El pelo se ondulaba en los laterales formando tirabuzones rebeldes, y en la nariz y bajo los ojos se apreciaban multitud de pecas. Las palabras se amontonaban en mi garganta y se peleaban por salir hasta que al final sólo dos consiguieron salir de mi garganta:

 

-         Eres tú...-

 

Cuando pronunció esas palabras mi corazón dejó de latir. Se acordaba de mi. Salimos sólo un mes, el más feliz de mi vida. Yo tenía 18 años y él 21. Ese año se iba a estudiar fuera. Por aquel entonces yo intentaba ser escritora sin mucho éxito y él me criticaba cruelmente. A veces le odiaba, pero luego le daba la razón. La amistad se convirtió poco a poco en mucho más que eso, y cuando llegó la hora de que se marchase yo tenía el corazón destrozado. Sin embargo él, ya en el aeropuerto, me cogió la cara entre las manos y dijo:

 

-         Cuando seas una gran escritora yo tendré que entrevistarte y entonces volveremos a vernos-

 

Eso fue todo. No supe de él en meses. Entonces me enteré que estaba trabajando y que hacía todo lo posible por olvidarme por que lo nuestro no tenía futuro. Me lo dijo su mejor amigo, pero yo no le creí. Cogí el primer avión que pude y fui a su lado. Cuando llegué él estaba hablando con unos amigos, sonreía y se divertía, pero sus ojos parecían triste. Le hice una foto justo cuando se giró para saludarme y luego salí corriendo. Fui una cobarde, no fui capaz de decirle nada. Cuando volví a casa estuve una semana llorando sin para, luego empecé a escribir. Las palabras salían sin esfuerzo. Edité el libro por amor o por despecho, nunca lo supe. El caso es que el libro se vendía como los churros y pronto me fui haciendo famosa. Decenas de entrevistas, las mismas preguntas, pero nunca él. Hasta ahora.

 

No podía creerlo. La ultima vez que la vi yo todavía estaba estudiando en Suiza. La vi por el rabillo del ojo nada más llegó, pero era incapaz de  girarme y saludarla. Sabía que lo nuestro no tenía futuro y por el bien de los dos había que poner tierra de por medio, pero cuanto la quería dios mío. Durante los dos años que estuve fuera no supe, ni quise saber nada de ella. Recordar dolía demasiado. El año pasado volví por fin y un amigo de mi padre me contrató para su revista. Esta era la primera entrevista que hacía y tenía que ser justo ella...Había cambiado mucho durante estos tres años, pero cuando la vía así, sin peinar, sin maquillaje y con sus ojos tristes clavados en los míos, reconocí a la niña que había querido. Ahora era una mujer y una escritora de éxito. Había cumplido su sueño. Noté que empezaba a hablar, casi en un susurrro:

 

-         He cumplido mi promesa, me he hecho famosa...-

 

Tenía los ojos inundados en lágrimas. En aquel momento no pude más, tiré los argumento que me habían mantenido lejos de ella durante tres años y la abracé. La abracé fuerte, no quería dejarla marchar. Noté que ella pasaba las manos por mi espalda y me abrazaba con desesperación. Sus lagrimas me bajaban por el pecho. Olí su pelo, acaricié su piel y luego la separé de mi con suavidad:

 

-         No volveré a irme...oh, Dios, cuanto te he echado de menos- le limpié las lagrimas con el dedo- te quiero tanto

 

Cuando dijo eso mi corazón estalló de alegría. Pasé los brazos en torno a su cuello y me puse de puntillas para besarle. Un beso suave y dulce, con el que quería decirle que todo lo que había escrito para él seguía siendo cierto. Su beso correspondió al mío con desesperación, como si me hubiera echado de menos. Me abrazó con fuerza y pensé que no me importaría morir ahora, por que estaría completamente feliz...

 

 

 

1 comentario

Lore -

Hola wapaa final feliiz.... como ami me gusta ejjeje Pues si me ha gustado mucho y eso esta bien que se reconozcan al final ejejej Nada decirte que sigas escribiendo como hasta ahora o mejor y ya me contaras tQ wapa
mxx de Lore