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Los Secretos de las Camelias

Solaris

Solaris

Aquel maldito callejón apestaba. Había bolsas de basura rotas por el suelo y los desperdicios se amontonaban en las esquinas. Eran aún más odiosos cuando se escondían en sitios como aquel. Cerré los ojos y dejé que mi aura se expandiera. Al principio solo noté las vibraciones de gatos callejeros y algunas ratas. Un pico, allí detrás, dentro del cubo de basura caído. La sombra se proyectaba de tal forma que no podía mirara que había dentro sin arriesgarme. Enredé un trozo del hilo dorado en mi dedo, listo para atrapar lo que fuera. Me acerqué al cubo y aún manteniendo la distancia le di una patada y me eché hacia atrás. El cubo se movió ligeramente y comenzaron a oírse gruñidos molestos y rascar de zarpas. Tenía el hilo sujeto con tanta fuerza que estaba empezando a cortarme. Un gato enorme salió del cubo de basura. Tenía el pelaje pardusco sucio y arrancado en algunas zonas, sus ojos eran amarillos y penetrante. Se quedó mirándome un rato con aquellos inquietantes ojos y yo le sostuve la mirada.

 

-         Conmigo no te hagas el inocente, sé perfectamente quien eres-

 

Aguantó mi mirada un momento más, probando mi determinación y luego dibujando una sonrisa maligna con su cara de gato empezó a transformarse. Tenía todo el cuerpo tenso, alerta, con la mano que sujetaba el hilo aún oculta en el bolsillo. Aquella cosa ya no se parecía nada a un gato. Me doblaba la estatura, tenía la piel grisácea y tan fina que podía ver la pared a su espalda. Sus ojos eran redondos, parecidos a los de un reptil y su boca, cubierta por dos filas de dientes me sonreía malévola. Apareció con su forma más temida solo por el placer de aterrorizarme, pero no iba a darle ese gusto. Aguanté su mirada, aunque las rodillas comenzaban a temblarme y cada vez me costaba más mantener la respiración calmada:

 

-         Sh- Solaris ¡Cuanzo guszo!- sonaba como una serpiente

-         No por mi parte-

-         ¡Oh! Que descozess...pero si hass venido a vissizarme- flotaba a mi alrededor

-         Sabes perfectamente por qué he venido- dije ignorando sus giros. Parecía un gato acechando a un ratoncillo

-         Bufff... Zanzo jaleo por unoss sseres zan pequeñitos...-

-         Sabes de sobra que lo que has hecho está prohibido-

-         Mereció la pena shh- sus ojos brillaron rojos de repente.

 

Aquel ser que pululaba a mi alrededor, y todos los otros como él, eran el origen de casi todos los miedos humanos. Vampiros, hombres lobo, brujas, fantasmas... todos habían nacido de su malvada y retorcida imaginación. Cambiaban de aspecto y poder para acercarse a los humanos y alimentarse de sus miedos y pasiones. Podían ser desde un  sensual vampiro hasta una bruja llena de verrugas. También podía tomar formas microscópicas, adentrarse en el cuerpo y nutrirse de él desde dentro. Sin embargo, no eran todo poderosos, se les podía controlar y matar, y a eso me dedicaba yo. Me habían elegido de entre cientos de personas para encargarme de aquel desagradable trabajo. Nada de antigua familia de cazadores, madre asesinada o búsqueda de venganza. Podría decirse que todo fue casualidad, estar en el lugar menos indicado, en el momento menos oportuno y encontrarte con algo que debes cargar. Un carrete de hilo dorado para controlar a aquellos escalofriantes seres. Maldita mi suerte:

 

-         Debes pagar tus culpas- mi voz sonaba distante como si quien estuviera hablando no fuera yo

-         Shh... Ssolaris, Ssolaris... ¿no podríamoss dejar esse assunzillo enzre nossozros?- estaba a mi espalda, susurrándome al oído. Olía a podrido

-         Te has equivocado por segunda vez bicho-

 

El nudo ya estaba listo. Saqué la mano del bolsillo y le acerqué el hilo a la cara. Olor a quemado. El bicho retrocedió chillando, el hilo le había dejado una cicatriz de lado a lado de su asquerosa cara. Sus ojos habían cambiado de nuevo de color, ahora estaban blancos de ira. Si alguno de sus ataques me alcanzaba en ese estado no sobreviviría. Solté un poco más de hilo y comencé a girarlo a mi alrededor como si fuera un vaquero. No se acercaba al hilo, daba vueltas a mi alrededor, como un chacal que tiene arrinconada a su presa. Si intentaba atraparlo ahora me destrozaría, pero tenía que terminar pronto o llegaría tarde a clase otra vez.

El bicho se deshizo en polvo, mezclándose con la suciedad del suelo. No había esperado un final tan rápido. Su ira le había cegado, me había atacado en el momento equivocado, y el hilo se había enredando en uno de sus dedos, su fin. Yo parecía una imagen navideña en aquel momento, completamente cubierta de polvillo blanco y con hilo dorado enredado por todas parte. Me sacudí el pelo intentando quitar parte de aquella porquería, pero no había forma, tendría que ir así a clase. Recogí la mochila y salí corriendo.

Cuando llegué la clase ya había empezado. Entré todo lo sigilosa que pude, pero aún así noté una mirada malhumorada del profesor clavada en mi nuca. Siempre llegaba tarde a clase y a los profesores no les sentaba muy bien que digamos. Me senté en la ultima mesa de la clase, sola como siempre. Ninguno de mis compañeros me dirigió si quiera una mirada, yo les daba igual. No hablaba con ellos, no jugaba a las cartas y a la hora de la comida me escabullía hacia el césped sin decir nada. No me molestaba en hacer amigos.

 

Ese día, como todos los demás, estaba sentada en el césped devorando mi bocadillo cuando alguien se me acercó. Al principio no le hice caso y seguí comiendo, pero esa persona me habló:

 

-         Hace un día estupendo ¿verdad?-

 

Era un chico de mi edad. Larguirucho y con pinta de patoso. Le miré un momento y seguí comiendo mi bocadillo, pero él insistió:

 

-         desde luego has elegido un sitio estupendo para comer-

-         Si, no está mal-

-         Me llamo Manuel- sonrió tendiéndome la mano

-         Yo soy Solaris-

-         Wow, eso si que es un nombre original- le miré dispuesta a fulminarle por burlarse de mi nombre- Es muy bonito, me gusta.

 

Aquello me descolocó. Él seguía mirándome con aquella sonrisa bobalicona en su cara. Estaba rodeado por un aura de confianza ciega y alegría. No pude evitar sonreír. Cuando vives en un mundo plagado de criaturas extrañas y aterradoras de vez en cuando apetece conocer a alguien como él. Estuvo conmigo durante todo el almuerzo, quejándose de la carrera, las notas, el tiempo, comentando sus gustos para la música. Yo le escuchaba atenta interviniendo sólo cuando él me preguntaba algo. Era una persona extraña, pero me caía bien. Cuando llegó el momento de separarnos se giró y me regaló otra de sus cálidas sonrisas:

 

-         ¿Estarás aquí mañana?-

-         Si, eso creo- asentí confusa

-         Perfecto, entonces mañana nos vemos- y salió corriendo hacia la facultad

 

Yo me quedé allí un rato más. No me apetecía entrar a clase, además mi inesperado descubrimiento había dado alas a mi imaginación. Por fin había alguien con quien no me sentía amenazada. Sólo espero que cumpla su promesa y mañana vuelva a verle...

3 comentarios

Lore -

Bien!!! has firmadoo , ya te ha costado eee...Pues nada que me voy un beso grande a los dos y que okm..
**Lore**

Jon -

Si!! Aunque parezca mentira me he pasado por aquí!(Cosa que recuerdo haber hecho pero bueno como mis intenos de justificar el no haber comentado son muy nulos...XD) Bueno pues que decirte.. que te sigues superando con tus historias y dibujos(aunque esto último,duele snifff jeje). Lo dicho, SIGUE ESCRIBIENDO y haber si de ahora en adelante firmo más constatemente jejeje (que si no te me enfadas) venga rubia AGUR!!

*LORE* -

Hola wapixiixma
Aqui estoy otra vez... ayer te dije que te fimaria pero internet no me funcionaba muy bien asique lo hago hoy...jeje
Esta vez tu historia es mas fantasiosaa pero,el final me ha encantado jeje yo te recomindo que sigaas escribiendo porque tus historias son muy buenas jejeje aaa Jon haber cuando firmaas ee que yo ya voy 2 comentarioos y tu creo que no vas ninguno....ooo..jeje
pues nada wapa tQ y mxx besos