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Los Secretos de las Camelias

En una noche de tormenta

Aquella noche había tormenta. Era una de esas noches, en las que se agradece estar bajo techo, con calefacción y envuelta como una croqueta en una manta.

Penélope estaba en su habitación, pero los ruidos de la habitación de al lado no la dejaban leer. Su hermana tenía la música tan alta que dudaba mucho que si hubiera un terremoto ella se enterara, así que cogió su libro y subió las escaleras.

Vivian con sus abuelos en una casa enorme de tres plantas. En la última, justo en frente de donde acababan las escaleras, había una habitación tan pequeña que parecía un trastero. En ella había una cama vieja, en la que cada vez que te sentabas le sonaban todos los muelles. Estaba debajo de una ventana situada en una de las aguas del tejado, contra la que golpeaban con fiereza las gotas de lluvia . La habitación contaba además con una pequeña lámpara de pie.

Hacia años que su abuela, no usaba esa habitación, así que su nieta había hecho de ella su refugio, su santuario. Allí guardaba todo lo que no quería que fuera encontrado: su diario, las fotos de sus padres. Penélope las veía una y otra vez. Sus padres habían muerto en un accidente de trafico hacia ya cuatro años. Era una noche como esa tormentosa, aunque iban con calma, no podían ver más allá del capó del coche en una curva se encontraron con un coche que iba en dirección contraria, ambos chocaron y cayeron por un barranco. Tanto sus padres como los ocupantes del otro coche murieron.

A Penélope le gustaba subir a aquella habitación, que tanto le hacia recordar a su madre. Allí hacia lo que más le gustaba a ella y lo que más le había gustado a su madre: leer

Se sentó en la cama, de manera que podía ver el cielo oscuro, se tapó con la manta y empezó a leer su libro, “El Médico”. Era uno de los recuerdos de su madre. Había aparecido en el coche tras el accidente, intacto, solo tenía las tapas un poco amarillas debido al tiempo y al sol. Acarició con suavidad las tapas sintiendo sus arrugas y sonrió. Se puso a leer, la lluvia producía un ruido hipnótico. Estuvo leyendo durante un largo rato, no podía acordarse de cuanto exactamente, ya que cuando leía el tiempo parecía no afectarla, cuando empezó a sentir, algo extraño, como si parte de ella se desprendiera de su cuerpo y saliera fuera a la tormenta. A ella siempre le habían gustado las tormentas a diferencia de su hermana. Cuando eran pequeñas, su hermana siempre lloraba, a pesar de ser la mayor. Ella, sin embargo, siempre estaba fuera cuando había tormenta, se sentía libre cuando el viento le golpeaba la cara haciendo que su melena color azabache se moviera salvaje e indomable. Le gustaba que la lluvia empapase su ropa y sentir su fuerza sobre la piel.

En ese momento ella se encontraba fuera en el tejado, sin embargo su cuerpo permanecía dentro, aún así sentía la fiereza de la tormenta en su cuerpo etéreo, como dibujado con finas líneas de aire. Saboreó la lluvia, se dejo llevar por el viento, subió a las nubes y caminó sobre su negro y esponjosos suelo, sintiéndose como una pequeña gota dentro de ellas, acarició los rayos, grito a los truenos, traspasó las copas de los árboles sintiendo como la sensación de frescura que irradiaban la corteza mojada y las hojas la llenaba por completo.

De repente, la tormenta, los rayos, el tejado y todo lo que había a su alrededor empezó a girar de manera vertiginosa produciendo una inmensa espiral que la atrajo hacia su centro.

Cerró los ojos y se dejo llevar por aquella extraña fuerza. Cuando volvió a abrir los ojos, seguía en una tormenta, sin embargo tenía la sensación de haber viajado en el tiempo.

Miró a su alrededor, a lo lejos se distinguía una carretera , por la cual conducía un coche. Una corriente de viento la empujó hasta que se encontró a la par del coche ; al mirar dentro, su corazón dio un vuelco : su padre se encontraba al volante de aquel coche, mientras su madre leía un libro en el asiento contiguo, se miraron y sonrieron. Las lagrimas corrían por las mejillas de Penélope, musitó el nombre de su madre, y esta, como si la hubiera oído , miró hacia la ventanilla donde se encontraba su hija, sus miradas se cruzaron, se quedo mirando fijamente a la ventana hasta que Penélope vio, como de su cuerpo, se separaba una imagen etérea, reflejo de su aspecto, que salió por la ventana.

Madre e hija se miraron durante unos minutos sin pronunciar una palabra se observaban intentando hablarse con la mirada. Penélope musito el nombre de su madre de nuevo, ella hizo lo mismo, se abrazaron. Por un momento volvió a sentir el calor de su madre, volvió a oler su perfume. Empezó a llorar sobre su hombro, lloró todo lo que no había llorado antes. Su madre empezó a cantarla suavemente su nana favorita y ella se calmó.

Su madre se separó de ella y miró a lo lejos, el coche con el que chocarían estaba cerca, entonces se quitó un colgante, que a Penélope siempre le había gustado y dijo

- cada vez que me eches de menos agárralo con fuerza y piensa en mí, recordarás este momento- dijo abrazándola, oyeron un gran estruendo y el espíritu de su madre se desvaneció

Cuando su abuela encontró a Penélope estaba acurrucada en la manta, sujetando con fuerza el libro de su madre contra el pecho con una mano, y con la otra sujetaba un colgante, que su abuela juraría que no había visto puesto antes a su nieta, entonces miró a la ventana, dibujado con pequeñas gotas de agua de agua se encontraba el rostro de su hija sonriente.

 

2 comentarios

Laura -

Simplemente precioso ^^

lore -

holaa wapaa!!
aunque te digaa k me gustan tus historias que cuentas de amor...estaa veez esta historiaa me ha dejadoo sin palabraas...es super bonitaa...sigue superandontee..y quieroo un libroo tuyoo ejje
tQ wapaa